lunes, 19 de julio de 2010

IN-tEr-MI-tEnciaS


Va y viene. Prende y apaga. Aparece y desaparece.
Siempre me pasa en época navideña que quedo un poco tomada por algún circuito luminoso. Luz, no luz, luz, no luz, y así paso un largo rato. La luz monocromática tiene un efecto hipnótico que me adormece. Prende y apaga a intervalos regulares, absolutamente previsibles, salvo que alguien apague el interruptor.
Como efecto del destello luminoso vienen a mí pensamientos que automáticamente rotulo de poca monta. A medida que mi trance se vuelve mas profundo, son lanzados a una asociación libre salvaje y finalmente devienen en planteos cuasi metafísicos.
Se que ésta es una alusión extemporánea. ¿Porqué pensar en navidades a esta altura del año? Como de costumbre quede pensando frente a la pantalla de mi portátil y al estilo de la Carta Robada de Poe, descubrí frente a mis narices la respuesta. Ahí estaba él, mínimo pero incansablemente titilante. Poderosa prueba de vida de cualquier ordenador y detonante de mi asociación luminosa entre otras miles.
¿A cuantas cosas podría caberle la intermitencia además de un árbol de navidad y a un cursor?
¡Ya se!
Segunda asociación.
Esos que van en el subte muertos de cansancio.
El subte los mece, los acuna con sus movimientos rítmicos y ellos…hacen unos tremendos intentos por no sucumbir al tentador llamado de los sueños. Despierto, dormido, despierto, dormido, desp……
-“Ja! Se durmió no mas!”
Y ahí mismo se acaba el escaso divertimento del observador.

Algunas intermitencias podrían causar verdaderas desgracias.
Nada más desalentador que un semáforo en corto en una tarde de microcentro porteño. El amarillo, negro, amarillo enmarcado en ese esbelto artefacto es la imagen menos prometedora con la que se pueden topar automovilistas o desprotegidos peatones.
Mi tercera asociación recae sobre los efectos que ese estímulo produce en los espectadores.
-“¿Paso o no paso? Paso sí…no!...sssno… si…. ¡Uy!”
Lo peligroso en esos casos no es la intermitencia decisiva de un ser individual, sino la masa de transeúntes, con la capacidad de decisión en intermitencia.
Tercera asociación: Maraña de intermitencias urbanas (con ruido a chatarra).

Cuarta asociación.
Hay otro grupo de intermitencias que no parecen ser tales por lo prolongado de cada período. Sólo se las descubre como tales cuando se observa el fenómeno a distancia.
Por ejemplo, uno de mis hijos come con intermitencia. ¿Que quiero decir con esto? Que come, come, come y come hasta dejar absortos a sus progenitores. Lugo pasa algunos días consumiendo lo estrictamente necesario para no alertar a esos mismos adultos con los que convive. Terminada la pausa digestiva, vuelva a alimentarse con renovado entusiasmo.
Y como esto comenzó con una asociación salvaje, continúo con el encadenamiento brutal de ideas y paso de una particular modalidad de ingesta alimenticia al amor.
(Salto no tan extravagante si pensamos que el amor puede tener mucho de voraz).

¿El amor es intermitente?
¿Hay “te amo, no te amo, te amo…” o eso es la fenomenología de un desorden mental a gran escala?
Seguramente no tiene un ritmo psicodélicamente enloquecedor, pero… creo que algo de este fenómeno es fácil de encontrar en los asuntos del corazón.
El espíritu del encendido y apagado rítmico de la luminaria navideña, es una buena metáfora para pensar en la vida de un amor. ¿Acaso el juego cuerpo a cuerpo del amor no padece de intermitencias?
La secuencia positivo – negativo, la luz brillante que da paso a una muy acotada oscuridad, será el amor vivo y palpitante. ¡Amor a toda máquina!
Ese sentimiento que emerge intenso, tiene una poderosa fuerza que orienta. Ilumina y dirige los movimientos de las partes convirtiéndose en signo de ese lazo, que por su exultante potencia también es señal para otros que observan a la distancia.
Lamentablemente para muchos, como no se trata de amores a la Dorian Gray, el esplendor y la belleza de lo joven inevitablemente declinan.
Tiempos, discrepancias, sobresaltos contextuales, azar o sobrecarga de enchufes en una misma toma. Para los que saben de las limitaciones de cualquier estado de entusiasmo casi maníaco, para los que se dejan enloquecer a sabiendas que no se trata de eternidades en la cresta de a ola; para ellos, el cambio de ritmo será el asentamiento o la puesta a punto de una frecuencia. Amor en proceso.
La marcha estabilizaba, podrá otorgar la ilusión de saber del timing de la intermitencia. Momento apacible de indudable encanto. Tiempo de andares seguros que quizá puedan tornarse movimientos adormecedores como el de los subterráneos. .
Los expertos de la salud aconsejan siestas cortas. Según ellos esas pausas son de los más energizantes y revitalizadoras. Las largas, al contrario de lo esperable, producen mayor fatiga y mal humor, pudiendo convertirse en la causa de un resto del día infernal.
¿Como salirse del letargo cuando se durmió más de la cuenta? Nada asegura una buena retirada de ese endemoniado estado de duermevela. Sin embargo no puedo dejar de pensar que el solo hecho de andar, aunque más no sea a los tumbos, es indicio de buena voluntad entre partenaires desorientados. El que anda resiste el dormir.
Amor a toda máquina, amor en proceso, amor que adormece o modorra malamorada…..distintas versiones de algo que muta a cada momento.
¿Pero que pasa cuando el intervalo rompe con su propia lógica? ¿Cuando no se parece a un sueño? ¿Cuando se duda que eso retome la intermitencia, la pulsación vivificante?
Lo que verdaderamente turba, es la aparente imposibilidad de distinguir si hay claras señales de la muerte de la cosa, aún cuando ya esté hecho el hoyo en la tierra.
-¿La luz se apago o es que esta tan tenue que no puedo distinguirla?
-¿Se apagó o tenemos problemas en la vista?
…Tic- TAC -Tic-TAC….
-¿Espero un rato más o ya es suficiente?
…Tic-TAC-Tic-TAC…
-¿Suficiente? ¿Cuánto es suficiente para mí? ¿Y para el otro? ¿”Suficientamos” de la misma manera?
Tic - TAC – Tic – TAC, sonoridad de la enigmática oscuridad.

¿Es un intervalo en coma o estamos frente a un amor muerto? ¿Como hacer para evadir los fantasmas de un entierro con vida?
Distinguir la dilación, sobreponerse del esperable pavor que produce firmar un acta de defunción o decidir desenchufar al moribundo después de una interminable agonía, será el Rubicón de los que creen que ya que no les cabe la categoría de amantes.
Apagar la luz trasciende el acto privado. Así como en otros tiempos la luz se dejaba ver a la comunidad, la oscuridad también se cuela hacia afuera. Un afuera que muchas veces también esta desorientado por esa claridad que no vuelve. No todos los de afuera son mirones impertinentes. Hay afueras tan cercanos que también pueden sufrir las penas y terrores de esos dos.
Quien este con la pluma o el interruptor en la mano sudará helado. Algunos podrán perderse un poco en la nostalgia, llorar por lo que nunca va a suceder hasta quedar paralizados frente a ese hilo de agua. Otros saltaran hacia el afuera, para esconderse, distraerse….¿buscar compañía? Quién sabe.
Se podrá elegir vivir haciendo inexistir a ese río. Se podrá acampar en los alrededores del Rubicón, verlo desde ahí o escuchar el correr de sus aguas.
Nada nos dice cual será el destino de aquellos que lleguen hasta esas orillas, pero de lo que sí estoy segura, es que una vez que se llego hasta ahí, sentirán la absoluta soledad que implica la realización de cualquier acto.
Se cruza sin nadie que acompañe.

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A contrapelo del cliché

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